Vida Fraterna en comunidad

Los que hemos sido llamados a distinta hora del día…así habla San Cayetano, parafraseando al Señor, de los Teatinos: ‘los hay de distinta edad, procedencia, complexión…’ sin embargo, y pese a las diferencias, hay varios factores que compartimos: el Sacerdocio, la Profesión de los Consejos Evangélicos y la Vida en Comunidad. Nuestros fundadores consideraron que el sacerdocio se plenificaba mediante los votos, compartiéndolo la vida, caminando a la par con otros, así rezan nuestras Constituciones:

‘La vida fraterna en común, por la que todos, lo mismo clérigos que laicos, nos unimos en Cristo como en una familia peculiar, ha de estar de tal manera impregnada de caridad que, habitando unios moris en una casa, nos hagamos imitadores de aquellos de quienes se lee: tenían un solo corazón y una alma sola (Hch. 4,32) y de nuestros fundadores que determinaron llevar esta vida apostólica’ (Constituciones de los Clérigos Regulares, 7)

El factor común que nos reúne no es otro que ‘Haber conocido el Amor que Dios nos tiene y haber creído en Él’ (1Jn 4,16) Es así que la Caridad nos mueve, nos impulsa y nos obliga a alcanzarla día a día, comenzando por la Fraternidad vivida en casa:

‘Caridad esta, al decir de san Agustín, que solo se guarda cuando a ella sirven las obras, las palabras, el semblante. Cuando a la caridad, añadimos nosotros, se ajustan los votos, la profesión, la Religión entera. Faltar a la caridad lo consideramos como un levantarse contra el mismo Dios, pues sabemos que de tal manera fue recomendada por Cristo y los Apóstoles que, donde falta la caridad, falta todo y, poseyendo la caridad, se poseen todas las cosas.’ (De Bonifacio dei Colli a Juan Mateo Giberti, 1527)