No hay días más solemnes y significativos como el del nacimiento de nuestra Compañía. La decisión de fundarla se tomó en la fiesta de la Invención de la Cruz, y su dichosa realización se hizo coincidir con el día de su gloriosa Exaltación. La cruz acunó en su regazo a nuestra compañía a penas nacida. Y era justo que naciera en tan gloriosa fecha una Compañía que profesaba una pobreza tan absoluta como la de Cristo en la cruz, que predicaba la mortificación de la cruz, y que parecía volver a descubrir y a exaltar la cruz, a reinstaurar la austera forma de vida apostólica en una nueva familia clerical.
Por eso, esas dos celebraciones de la cruz fueron siempre objeto de especial veneración entre nosotros, que nunca hemos querido condecorarnos con otro blasón o insignia que la cruz. Este es el distintivo de nuestra religión; esta es la enseña de nuestras Casas y de nuestros templos, de nuestro ajuar sagrado y doméstico, de modo que a los Clérigos Regulares se nos puede llamar, con toda razón, Religiosos de la cruz, como dice Tertuliano que se llamaba a los antiguos cristianos.De todo ello puede cada uno de nosotros colegir qué sacrificios de cuerpo y de alma y a qué adversas condiciones de vida debe estar dispuesto en una Orden que con la cruz lo ha recibido.

 

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Trimonte- Insignia original

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Las madres de Esparta solían parir y educar a sus hijos en los escudos, para mostrar que debían adiestrarse, no en el ocio, y en los pasatiempos, sino en las dificultades y en los insomnios, en los calores y en los azares de la vida, pues con ellos es como se ganan las batallas.
Y dado que nuestra Orden tuvo por cuna la cruz, al renacer en ella nosotros por la profesión solemne no se nos depara ciertamente cuna más delicada, ni se nos enseña que vamos a sestear a la sombra. Estamos llamados a lo más arduo, a lo más enconado de la lucha, al ejercicio de aquellas virtudes heroicas de las que la cruz es emblema. Ella nos estimula al sacrificio y a la reforma de las costumbres, y, al mismo tiempo, nos da ánimos para avanzar por el difícil sendero de las virtudes religiosas.
¿Quién podrá ver ante sí la cruz, en la que el Salvador, ultrajado con dicterios y llagado con incontables heridas, padeció el género de muerte más afrentoso, sin inflamarse y animarse con su ejemplo a la paciencia, a los oprobios, a la muerte misma?
Intolerable sería y bochornoso por demás buscar, como soldado delicado, las comodidades, los pasatiempos y los halagos del mundo, cuando se milita, con Cristo por jefe, bajo el flamante guión de esta austera milicia.
En resumen: el hecho de que nuestra Compañía fuera fundada en el mismo día en que se celebran las glorias y los triunfos de la Cruz, debe ser para nosotros un título de gloria y un vivo estímulo a la disciplina.

 

J. SILOS, Historiarum Clericorum Regularium (Roma 1650) I, 42.