Papa Clemente VII aprueba la Regla de la Orden Teatina (Museo del Prado)
Hombres de reforma
Un grupo de sacerdotes miembros de la Compañía del Amor Divino, deseosos de vivir en plenitud el sacerdocio católico sin que nada se interpusiera a ello, dirigieron sus miradas a la primitiva vida apostólica, en cuyo espíritu y disciplina buscaron el paradigma para la renovación del clero. Reforma que entendieron era ante todo un proceso personal que, comenzando por la cabeza, llegase a todos los miembros de la Iglesia.
La voluntad de estos hombres –y los que sumarian después- sostenidos por el espíritu de San Cayetano de Thiene e impulsados por el vigor del Obispo Juan Pedro Carafa, era restaurar en la vida sacerdotal la forma de vida de los primeros tiempos de la Iglesia, así promover la santidad sacerdotal y poner en marcha la reforma eclesial. Ese fue el germen de la clericatura regular y la espina dorsal de nuestra Orden de Clérigos Regulares.
Inspirados en la devotio moderna, los teatinos buscaron una santidad práctica, concreta -una caridad efectiva y no afectiva diría Cayetano-, fundados en un humanismo cristiano, que busca reconocer los rasgos de Cristo para asumirlos en la propia vida a través de la oración, la meditación y el examen de conciencia. El Combate Espiritual, manual de vida espiritual escrito por el teatino Lorenzo Scupoli, es un claro resumen de la espiritualidad práctica de los clérigos regulares.
Rápidamente el término ‘teatino’ se extendió (incluso más rápido que sus miembros) por toda Europa y el nuevo mundo. Teatino no solo designaba una Orden masculina, sacerdotal, se había ganado su lugar como sinónimo de ‘reforma’.
Hombres o mujeres ‘teatinos’ eran aquellos que Vivian sufidelidad al Evangelio y buscaban la reforma de la iglesia desde la propia reforma interior. Cuando San Carlos Borromeo comenzó a reformar su diócesis algunos lo criticaban diciendo: ‘que se deje de teatinerías’. Santa Teresa de Jesús decía de sus monjas que las quería bien ‘teatinas’ ¿Qué cosas implicaban estas ‘teatinerías’ en Borromeo? ¿Qué vería la mística del siglo XVI en este término que tanto deseaba que se hiciera carne entre las suyas?
Es que Teatino no es un método, no es una regla, no es una estructura. Teatino es un modo, ‘More teathinorum’ decían nuestros padres. Un modo que se adapta a todos los tiempos y circunstancias de la Vida de la Iglesia. El espíritu que conduce al teatino a lo largo de los ya casi cinco siglos de historia, es un espíritu de reforma. Reforma que supone un regreso a las fuentes. Por eso el teatino camina a lo largo de su vida con los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles abajo del brazo, los reza, los inspecciona, los estudia…y los vuelve a rezar. Así de simple y así de complejo. La vida del teatino es un recuerdo a la Iglesia de constante retorno a las fuentes. En las fuentes encontramos Comunidad, Fraternidad, Impulso en el corazón para anunciar la buena noticia del Reino, encontramos Espera constante en el Dios que siempre viene, encontramos llamado, reconciliación y misericordia.
En tiempos de convulsión, de horizontes inciertos y por lo tanto de oscuridad, el teatino grita ‘Reforma’, pero su grito es un grito silencioso, es un grito que se hace con la misma existencia. Sabiendo donde esta lo ‘fundante’ lo vive, y con la convicción con la que lo hace atrae a los demás a ‘volver’ a lo realmente importante: Jesús, el Reino y la justicia que el Hijo de Dios implanta entre los hombres.