A. Vaccaro, Desinterés de San Cayetano (Museo del Prado)
Confianza en la Providencia
Desde la primera hora y hasta nuestros días hay un elemento distintivo de la espiritualidad del Fundador, sus compañeros y la fundación en si: la vocación de los discípulos de Jesús es antes todo “Buscar el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se nos dará por añadidura” (Mt. 6, 33). Y esa síntesis prioritaria del Evangelio se constituyó en la divisa del la Orden de los Clérigos Regulares.
Inspirados por el Evangelio, la convicción de que Dios providente sostiene y guía al mundo, a la Iglesia y a cada discípulo de Jesús, le daba a los miembros de la familia religiosa de Cayetano de Thiene y Juan Pedro Carafa la certeza de que –excepto el pecado- nada estaba fuera del proyecto de Dios para el hombre. Ni las grandes ni las pequeñas empresas, ni los éxitos o respectivos fracasos, ni los Pueblos o comunidades, ni siquiera el mas olvidado de todos los hombres escapaba al designio de Dios. Nada escapaba a su mano Providente. Por tanto, la única verdadera y genuina preocupación debia ser servirlo a Él y amar a los hermanos.
Una expresión concreta de esa confianza en la Providencia que da identidad al Instituto es la despreocupación por las riquezas materiales: nada poseían, no buscaban bienes ni títulos eclesiásticos, ni siquiera mendigaban: ejercían todos con dedicación el ministerio por lo que recibían las donaciones espontáneas de los fieles que servía para sostener a la comunidad y llevar adelante las obras de caridad. En las palabras del cofundador, Bonifacio Dei Colli, vivían sirviendo gratuitamente al altar y al evangelio, es decir, de la celebración de los sacramentos y de la predicación. De este estilo de vida, se desprende un rasgo de la Espiritualidad del teatino: la confianza en Dios y la desconfianza de si mismo, como enseñaba Lorenzo Scupoli. Confianza en Dios que supone poner todo emprendimiento en sus manos y desconfianza de uno sabiendo que solo nuestras fuerzas no alcanzan.
La pobreza teatina no era miseria; la no posesión de bienes los hacía pobres, pero la comunión de lo que cada quien recibía les permitía vivir con dignidad, absoluta austeridad y libertad. Viviendo en común y del común, alejados de la codicia que es la raíz de todos los males (1 Tim 6,10) los teatinos deseaban servir a Dios con mayor sosiego de espíritu y ser germen de la renovación Eclesial y ejemplo para el Clero.